22 septiembre, 2011

Entre la belleza, el objeto, el sujeto y la interpretación.



Por: Edgar Sánchez


La llegada del cine en el último decenio del siglo XX marcó un agregado cultural a las civilizaciones occidentales y orientales. El surgimiento de este arte, momentos en que "Arte" era sinónimo de "abstracto", "hermético" e "incomprensible"; causó una reacia reacción de las llamadas "burguesías ilustradas" que se asentaban en todo el globo terráqueo, pero principalmente en la zona europea.
Este nuevo medio de expresión –caracterizado por su inteligencia de hacer suyos elementos de todas las demás artes--- se incorpora a la establecida Bellas Artes: danza, pintura, literatura, música, escultura y arquitectura; integrándose a este grupo bajo el nombre de "Séptimo Arte" (Nombre asignado por algunos críticos apresurados).
Evidentemente, la creación de un nuevo Arte trae consigo un nuevo modelo de interpretación y, como es lógico, un nuevo receptor o espectador que está destinado a asumir nuevas formas de descifrar o enfrentar una obra de arte (en este caso una obra de cine): se vuelve más sensible. A esta capacidad de discernimiento y de comprensión es a lo que se refiere Marx cuando citó que "la belleza exige un sujeto receptivo para transformarse en algo real, en una experiencia estética", una interpretación realista de lo consumido y no una extensión de la misma. Esto, axiomáticamente crea unos patrones de comportamientos posteriores, los cuales justifica Umberto Eco que deben existir para que verdaderamente se haya establecido un proceso comunicacional efectivo. De lo contrario "no existiría tal comunicación", entiende Eco.
Esta característica de apreciación se ve agravada partiendo de que (así como plantea Roberto Cassá que la época de colonización europea fue un "encuentro de culturas"), podemos señalar que desde el siglo XV (periodo en que se comienzan a ver los primeros asentamientos coloniales) y hasta la llegada del cine, la humanidad vuelve a vivir otro "encuentro de culturas", ahora matizada por elementos artísticos. Ello sin mencionar ese "encuentro" o "revolución cultural" que auspició Gutenberg con la invención de la imprenta a mediados del siglo XV. Este encuentro cultural es lo que supone otra actividad interpretativa, algo más allá del "simple" desciframiento o interpretación artística; sino también una transculturización que exige otra aptitud para también entender, apreciar o descifrar patrones sociales esbozados a través de este arte. Nos referimos a una "cultura de penetración" –así le llama J. L. Sáez— que influye marcadamente en nuestro modus vivendi. Y que en las culturas débilmente forjadas dejan manchas indelebles o un déficit de identidad autóctono.
Aquí es donde hay que prestar atención al asunto. Debemos de entender que esa desfasada visión griega la cual establecía una distancia entre el sujeto y el objeto artístico desapareció hace siglos. Es por ello que ese antagónico conformismo hacia el medio (cine) que existe en nuestro país; tal vez o sin tal vez, fomentado por el sometimiento a consumir sin elección alguna, debería estar acompañado de igual manera de un fomento o camino hacia la  posibilidad de un cine critico o una aceptación critica del producto consumido. De esta manera aprenderíamos a “leer cine” gozando de todos sus elementos artísticos y esta transculturización o adopción de nuevas modalidades culturales sería menos funesta, si así se quiere.

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